En esta época del año, disfruto regalándome el placer de leer «Cuento de Navidad». Que el fantasma del pasado me enfrente a mis cuentas pendientes, que el del presente me invite a ajustar el rumbo de mi vida, y que el de las Navidades futuras me haga reflexionar sobre lo que realmente importa. Porque, al final, lo esencial es simple y pocas cosas tienen verdadera relevancia.
Este año, esos fantasmas me han guiado a un lugar donde lo importante se vive a diario: el hospital de Cuidados Paliativos Laguna, en Madrid (España). Allí, la perspectiva sobre la vida y la muerte adquiere un tono casi dickensiano.
Quisimos que un paciente de Laguna nos sirviera de inspiración, nuestro propio Pepito Grillo del pasado. Pero, antes de que pudiéramos grabar su testimonio, emprendió su viaje hacia la eternidad. En su lugar, conversamos con María, una niña que ha vivido la experiencia de perder a su madre en el hospital. A pesar de su juventud, María irradia una sabiduría que podría envidiar cualquier anciano.
‒ María, cuando alguien está al final de su camino, a punto de partir, ¿Qué es lo que más le importa?
‒ En el fondo, lo que todos los pacientes desean es paz. Algunos encuentran consuelo en la esperanza de otra vida, mientras que otros, aunque no sean creyentes, reevalúan su existencia. Pero, sin importar sus creencias, lo que realmente piden es estar rodeados de quienes los aman. Es el momento de dejar atrás los rencores, resolver asuntos pendientes y abrazar el amor, que al final es el único compañero verdadero en los momentos cruciales.
‒ ¿Cómo se enfrenta uno al pasado en un hospital de cuidados paliativos? ¿Hace falta mucha valentía?
‒ Más que mirar al pasado, la pregunta debería ser cómo se encara el futuro desde aquí. Porque la muerte nos llegará a todos. En este lugar, se afronta el pasado con valentía, pero también con gratitud y reconciliación. Es el momento de dar gracias, pedir perdón y cerrar los ciclos abiertos. La muerte termina con una vida, pero no con los recuerdos ni las relaciones. Si mantenemos a las personas en nuestra memoria, hablando de ellas y disfrutando de los momentos que compartimos, nunca se van del todo.
También conversamos con Elena Ruano, técnico en dietética del hospital.
‒ Elena, ¿Cómo podemos cuidar a los nuestros estas navidades, como si fuera la última? ¿Cómo lo hacen en Laguna?
‒ Aquí, cada plato se prepara con el cuidado de quien sabe que podría ser la última comida de alguien. Pensamos en cada paciente y añadimos una dosis extra de amor y cariño en la cocina.
‒ ¿Qué menú tienen planeado para la cena de Nochebuena?
‒ Diseñamos menús cargados de significado. Cada receta está inspirada en los recuerdos y gustos de los pacientes. Como neurogastrónoma, mi misión es crear platos que no solo alimenten, sino que también evoquen emociones y recuerdos felices. Si un paciente tiene buenos recuerdos asociados a un cocido, por ejemplo, basta con leer el nombre del plato para despertar su apetito y traerle una sensación de confort.
África, psicóloga del hospital, también compartió su experiencia:
‒ África, ¿es posible sentir el espíritu navideño en un hospital de cuidados paliativos?
‒ Sí, definitivamente. Aunque no buscamos la alegría de forma forzada, aquí todas las emociones son válidas: alegría, tristeza, miedo, incluso el enfado. Muchos pacientes decoran sus habitaciones a su estilo, cantamos villancicos y el ambiente se llena de vida. La Navidad se siente en cada rincón.
‒ ¿Crees que la sociedad comprende lo que son los cuidados paliativos?
‒ No del todo. Muchas personas los asocian con un lugar oscuro y triste, cuando en realidad son espacios de serenidad y reconciliación. Aquí no solo cuidamos de los pacientes, sino también de sus familias, ofreciendo paz y apoyo en los momentos más difíciles.
Morir sin dolor
‒ ¿Es posible morir sin dolor hoy en día?
‒ Sí, y es una de nuestras prioridades. Desde el ámbito médico, nos aseguramos de que los pacientes no sufran físicamente. También les brindamos apoyo psicológico para afrontar este proceso con tranquilidad y trabajamos con sus familias para que puedan acompañarlos sin preocupaciones externas, resolviendo asuntos pendientes o gestiones necesarias.
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Queridos lectores, conocer más sobre los cuidados paliativos nos permite tomar decisiones informadas sobre el futuro. Si me dieran a elegir, querría pasar mis últimos días en un lugar como este, reconciliándome con mis fantasmas, disfrutando del presente con el calor de un plato preparado con amor y partiendo en paz hacia lo eterno.
P.D. Sueño con que algún día un director de cine cree una película que muestre al mundo la belleza de una buena muerte, que nada tiene que ver con la eutanasia, y resalte la importancia de los cuidados paliativos en todos los rincones del planeta. ¡Feliz Navidad!