Embellecerse para recibir a Jesús

Preparación espiritual en Adviento y Navidad

Pexels .Moy Caro

De nada serviría que en un jardín hubiera muchas rosas muy hermosas si en la persona que las ha de ver no hubiera ni siquiera una gota de poesía. Así mismo, para poder comprender los tiempos litúrgicos de Adviento y de Navidad se necesita poseer al menos una pizca de poesía, con la que poder ver su belleza y levantar el vuelo con las alas de la ilusión.

Estos tiempos litúrgicos cada día nos presentan la importancia de llegar a la Navidad con mucho amor y con mucha ilusión de recibir al Señor, especialmente en la Sagrada Comunión.

Este tiempo, tan precioso, suscita especialmente la esperanza, el anhelo, el deseo y la alegría de que Jesús se encarne, nazca y crezca en nuestro corazón.

Esto, ciertamente, es muy grande, ya que, como es evidente, es mucho más precioso recibir al Señor con los brazos de la fe y del amor, teniéndole estrechamente unido a nuestro corazón, que haberle recibido con nuestros brazos físicos durante el tiempo de su vida mortal. Es mucho más maravilloso recibir al Señor en la Sagrada Comunión que verle de niño en Belén.

Santa Isabel de la Santísima Trinidad, decía: “Pacificad mi alma. Haced de ella vuestro cielo, vuestra amada morada y el lugar de vuestro descanso. Que nunca os deje allá solo, sino que esté allí toda entera, toda despierta en mi fe, toda adorante, toda entregada a vuestra acción creadora. (…) ¡Oh, mi Astro Amado!, fascinadme, para que ya no pueda salir de vuestro resplandor. Oh, Fuego Consumidor, ¡Espíritu de Amor! Venid a mí para que se haga en mi alma como una encarnación del Verbo; que le sea una humanidad de acrecentamiento, en la cual pueda él renovar todo su misterio”.

Muchas personas dan mucha importancia a la estética, a lo que es bello, a estar lindas. En italiano maquillarse se dice “truccarsi”. Cuando una persona se está maquillando, lo que está haciendo es disimular sus pequeños defectos y mejorar sus cualidades. En una palabra, ¡hace trampa! ¡Hay truco! Ello puede ser un amaño muy laudable.


Ya el fraile medieval Santo Tomás de Aquino, conocido también como el Doctor Angélico, defendió que es natural y bueno que una jovencita se arregle para estar más hermosa. Las novias se arreglan para ver a sus novios.

Pues bien, hace tiempo, un sacerdote llevaba el Santísimo Sacramento a una señora, que en cuanto a su cuerpo era viejísima, pero que muy, muy, vieja, pero que en cuanto a su alma era tan joven que estaba una hora arreglándose para que el Señor se pusiera muy contento cuando viniera a su alma.

Una mujer, que era ya bastante mayor, pidió a un sacerdote que esperara un poco a darle la Sagrada Comunión, ya que para recibir al Señor quería ponerse sus pequeñas joyas, sus pendientes. ¡Es claro que quería estar guapa para su Señor!

Es dentro de esta dinámica de poesía, de juventud, de belleza, de ilusión, de amor, que nos preparamos a la fiesta de la Navidad, arreglando nuestra alma, embelleciéndola, haciéndola más guapa.

De manera excelente sirve para este buen propósito recibir el sacramento de la confesión. Este santo sacramento no se puede reducir a cambiar de apariencias, como ocurre con la cosmética, sino que hace mucho más, borra las manchas del pecado, que son precisamente las más feas. Además, nos adorna grandemente. El abrazo que en este sacramento nos da el que es la Belleza, y Belleza infinita, es algo que reviste de hermosura nuestra alma. El alma, pues, después de confesarse, está pero que muy, muy, hermosa, muchísimo más hermosa que antes. Hay en esto mucha más diferencia que la que hay entre un cuervo muy negro, incluidos sus graznidos un tanto repugnantes, y una resplandeciente blanca paloma.

Así, claro está, tras purificar el alma y adornarla maravillosamente, la Navidad deja entrever su verdad magnífica, su bondad tan buena, su hermosa poesía, su belleza ilusionante. En una palabra, ¡la Navidad es canto jubiloso y maravilloso!