Medita con los «santos de Adviento»

Ejemplos de Fe y Devoción para Preparar Nuestro Corazón

El tiempo de Adviento es una oportunidad especial para profundizar en el misterio de Dios. A través de los santos, sus enseñanzas y sus vidas dedicadas a la fe y el amor, encontramos inspiración y guía. La reflexión sobre sus vidas y escritos nos ayuda a recordar que Dios es amor y nos prepara para la llegada de El Salvador. Estos «santos de Adviento» son verdaderos modelos a seguir durante las cuatro semanas que preceden a la Navidad.

3 de diciembre: San Francisco Javier, presbítero

San Francisco Javier nació en Navarra, España, el 7 de abril de 1506. Fue un destacado misionero jesuita, miembro fundador de la Compañía de Jesús junto a Ignacio de Loyola. Su labor misionera en Asia, especialmente en Japón, le valió el título de «Apóstol del Oriente». Francisco Javier fue beatificado el 25 de octubre de 1619 y canonizado el 12 de marzo de 1622. Falleció el 3 de diciembre de 1552 y es el patrono de las misiones.

De las Cartas de San Francisco Javier a San Ignacio:

“Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra no es habitada por los portugueses, ya que es sumamente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos.

No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaría o los mandamientos de la ley de Dios.

Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos.

Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaría. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.

Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»

¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India».”

6 de diciembre: San Nicolás, obispo

San Nicolás nació en Patara, Turquía, en el siglo III. Proveniente de una familia acomodada, dedicó su vida a la caridad y la fe cristiana. Fue obispo de Mira y es conocido por su generosidad con los necesitados, niños y pobres. Falleció a mediados del siglo IV y sus reliquias descansan en Bari, Italia. San Nicolás es una figura venerada especialmente desde el siglo X.

7 de diciembre: San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia

San Ambrosio nació en Tréveris, en el año 340. Fue un destacado teólogo y arzobispo de Milán. Reconocido por su influencia en la Iglesia después de las persecuciones, Ambrosio es uno de los Padres de la Iglesia y uno de los 33 doctores de la Iglesia Católica. Falleció el 4 de abril de 397.

De las cartas de San Ambrosio:

“Recibiste el oficio sacerdotal y, sentado a la popa de la Iglesia, gobiernas la nave contra el embate de las olas. Sujeta el timón de la fe, para que no te inquieten las violentas tempestades de este mundo. El mar es, sin duda, ancho y espacioso, pero no temas: Él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.

Por consiguiente, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca apostólica, se mantiene inconmovible entre los escollos del mundo y, apoyada en tan sólido fundamento, persevera firme contra los golpes de las olas bravías. Se ve rodeada por las olas, pero no resquebrajada, y, aunque muchas veces los elementos de este mundo la sacudan con gran estruendo, cuenta con el puerto segurísimo de la salvación para acoger a los fatigados navegantes. Sin embargo, aunque se agite en la mar, navega también por los ríos, tal vez aquellos ríos de los que afirma el salmo: Levantan los ríos su voz. Son los ríos que manarán de las entrañas de aquellos que beban la bebida de Cristo y reciban el Espíritu de Dios. Estos ríos, cuando rebosan de gracia espiritual, levantan su voz.

Hay también una corriente viva que, como un torrente corre por sus santos. Hay también el correr del río que alegra al alma tranquila y pacífica. Quien quiera que reciba de la plenitud de este río, como Juan Evangelista, Pedro o Pablo, levanta su voz; y, del mismo modo que los apóstoles difundieron hasta los últimos confines del orbe la voz de la predicación evangélica, también el que recibe de este río comenzará a predicar el Evangelio del Señor Jesús.

Recibe también tú de la plenitud de Cristo, para que tu voz resuene. Recoge el agua de Cristo, esa agua que alaba al Señor. Recoge el agua de los numerosos lugares en que la derraman esas nubes que son los profetas.

Quien recoge el agua de los montes, o la saca de los manantiales, puede enviar su rocío como las nubes. Llena el seno de tu mente, para que tu tierra se esponje y tengas la fuente en tu propia casa.

Quien mucho lee y entiende se llena, y quien está lleno puede regar a los demás; por eso dice la Escritura: Si las nubes van llenas, descargan la lluvia sobre el suelo.

Que tus predicaciones sean fluidas, puras y claras, de modo que, en la exhortación moral, infundas la bondad a la gente, y el encanto de tu palabra cautive el favor del pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo conduzcas.

Que tus discursos estén llenos de inteligencia. Por lo que dice Salomón: Armas de la inteligencia son los labios del sabio, y, en otro lugar: Que el sentido ate tus labios, es decir: que tu expresión sea brillante, que resplandezca tu inteligencia, que tu discurso y tu exposición no necesite sentencias ajenas, sino que tu palabra sea capaz de defenderse con sus propias armas; que, en fin, no salga de tu boca ninguna palabra inútil y sin sentido.”

9 de diciembre: San Juan Diego, laico

San Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació en 1474 en Cuauhtitlán, México. De origen chichimeca, se convirtió al cristianismo gracias a los franciscanos. La Virgen de Guadalupe se le apareció en 1531, un evento que transformó la fe en México. Fue beatificado en 1990 y canonizado en 2002 por el Papa Juan Pablo II. San Juan Diego falleció el 30 de mayo de 1548.


Palabras del Papa Juan Pablo II en la beatificación de San Juan Diego:

“Su amable figura es inseparable del hecho guadalupano, la manifestación milagrosa y maternal de la Virgen, Madre de Dios, tanto en los monumentos iconográficos y literarios como en la secular devoción que la Iglesia de México ha manifestado por este indio predilecto de María.

A semejanza de los antiguos personajes bíblicos, que eran una representación colectiva de todo el pueblo, podríamos decir que Juan Diego representa a todos los indígenas que acogieron el Evangelio de Jesús, gracias a la ayuda maternal de María, inseparable siempre de la manifestación de su Hijo y de la implantación de la Iglesia, como lo fue su presencia entre los Apóstoles el día de Pentecostés.

La verdad sobre Juan Diego y el hecho guadalupano está bien arraigada, desde hace tiempo, en la vida y el sentir religioso del pueblo mexicano, siendo un ejemplo de perfecta integración entre la liturgia cristiana y el sentir popular.

Para los que afirman no existir pruebas históricas sobre este importante acontecimiento religioso, se dan aquí testimonios evidentes y patentes, que al menos se pueden calificar de razonables y suficientes.

Para el hombre contemporáneo y racionalista, existen unos métodos más convincentes que las crónicas y documentos. Lo que hace verídica, por ejemplo, la existencia de Juan Diego, la aparición de la Virgen y el extraordinario relieve que este suceso dio al mensaje evangélico, es el cúmulo de hechos históricos ocurridos después del acontecimiento.

En efecto, a partir del 9 de diciembre de 1531, el bautismo de cientos de miles de indígenas es un hecho suficientemente registrado y comprobado. La subsiguiente reconciliación de aquellos pueblos, durante los siglos XVI y XVII, a través de la aceptación de la fe católica y de la Virgen de Guadalupe como su Patrona, es una realidad que no puede ignorar ningún mexicano.”

12 de diciembre: Nuestra Señora de Guadalupe

Nuestra Señora de Guadalupe se apareció a Juan Diego Cuauhtlatoatzin el 9 de diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac, México. Este evento marcó la fe de un continente y su imagen es un símbolo de esperanza y fe para millones de personas. La Virgen de Guadalupe fue proclamada patrona de América Latina por el Papa Juan Pablo II.

De la homilía del Papa Francisco:

“La Virgen Madre no quiere de nosotros otra cosa que continuemos dejándonos mirar por Ella, llamarnos por nuestro nombre, hacernos sentir su presencia materna. No quiere otra cosa que seguir dándonos su Hijo Jesús. Porque en su Hijo y a través de Él se realiza toda revelación del verdadero rostro de Dios, toda la pedagogía de la Iglesia.

Queridos hermanos, queridos amigos. Esta es la causa de la alegría de María. No hay otra. No quiere otra cosa. Quiere darnos a su Hijo. El que tenga hijos que lo sepa. El que tiene a su madre en el corazón y la siente a su lado que lo sepa. María nos da a su Hijo, nos presenta a su Hijo. Y nos dice: «Haced lo que Él os diga».

Con la Virgen Madre podemos vivir una aventura nueva, un viaje diferente, distinto, porque todo es distinto cuando Dios se hace presente, cuando Dios se acerca, cuando Dios está en medio de nosotros. Cambia todo. Todo cambia.

Y María nos dice hoy: “Déjense mirar por Él, déjense guiar por Él, déjense acompañar por Él. Hagan lo que Él les diga”.

Con el corazón gozoso y agradecido por este don tan grande, pidamos que, por la intercesión de la Virgen de Guadalupe, el Señor nos conceda estar siempre llenos de su presencia y su amor.”

13 de diciembre: Santa Lucía, virgen y mártir

Santa Lucía nació en Siracusa, Italia, alrededor del año 283. Fue una joven cristiana martirizada durante la persecución de Diocleciano. Es venerada por su valentía y dedicación a la fe, así como por su intercesión en casos de enfermedades oculares. Lucía fue canonizada y su festividad se celebra en numerosos países, especialmente en Italia y Escandinavia.

14 de diciembre: San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia

San Juan de la Cruz nació en Fontiveros, España, el 24 de junio de 1542. Fue un místico carmelita, reformador de la orden y poeta. Su obra espiritual, especialmente «La Noche Oscura del Alma», es fundamental en la literatura mística. Juan de la Cruz fue canonizado en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia en 1926. Falleció el 14 de diciembre de 1591.

De las cartas de San Juan de la Cruz:

“Dios es tan sumamente hacedor y amante de la igualdad, que a la mínima señal de disposición que le haga un alma, con infinita liberalidad se inclina a ella y le comunica su ser, cuanto ella dispone, ya en una manera, ya en otra, según la cantidad de su disposición; y a este modo, ella queda mucho más amando, y Dios queda más amado de ella.”

27 de diciembre: San Juan Apóstol y Evangelista

San Juan Apóstol fue uno de los doce apóstoles de Jesús y es tradicionalmente considerado el autor del Evangelio de Juan, las tres Epístolas de Juan y el libro del Apocalipsis. Era el hermano de Santiago el Mayor y uno de los discípulos más cercanos a Jesús. San Juan es conocido como «el discípulo amado» y su festividad se celebra el 27 de diciembre.

De la primera carta del apóstol San Juan:

“Queridos hermanos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.”

Estos santos y sus enseñanzas son un faro de esperanza y fe durante el Adviento, recordándonos la importancia de vivir en amor, caridad y devoción. Que sus vidas y ejemplos nos inspiren a preparar nuestro corazón para la llegada de Cristo en esta temporada santa.

Fuente: Conferencia Episcopal Española