Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a la comunidad del Seminario Mayor Interdiocesano de Santiago de Compostela, Tui-Vigo y Mondoñedo-Ferrol.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa preparó para la ocasión y que fue entregado a los presentes en la Audiencia:
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Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos obispos,
queridos formadores y seminaristas del Seminario Mayor Interdiocesano “Apóstol Santiago”:
Buenos días. Les doy la bienvenida a todos ustedes, que conocen bien las huellas del apóstol Santiago en España, y ahora vienen como peregrinos a Roma, tras las huellas del apóstol Pedro y de otros fieles seguidores de Jesús. Como dicen en su tierra, ¡buen camino!
Sé que desde septiembre están viviendo una nueva modalidad como Seminario “Interdiocesano”, uniendo las diócesis de Santiago de Compostela, Tui-Vigo y Mondoñedo-Ferrol.
Les agradezco su disponibilidad. Los animo a seguir adelante con fortaleza y esperanza renovadas.
Creo que la imagen de la “peregrinación” es adecuada para indicar el itinerario formativo que ustedes están realizando. Como peregrinos, primero, sentimos una llamada, que nos impulsa a salir de nosotros mismos; luego, nos lanzamos a la aventura y empezamos a caminar, a lo largo de diferentes momentos y etapas. Finalmente, llegamos a la meta. Esto también sucede en la formación para el sacerdocio, donde el objetivo es llegar a ser pastores del Pueblo de Dios, pastores forjados según la medida del Corazón de Cristo, humilde y misericordioso. Recuerden que en el camino no están solos, esto es fundamental: no tengan miedo de abrir el corazón al Señor y dejarse acompañar por Él, para que vaya modelando sus vidas.
No olviden, además, que en el camino irán encontrando muchas personas diferentes, algunas tal vez estarán atravesando momentos difíciles, estén heridas o no conozcan a Dios. Sean para todas ellas testigos de la alegría del Evangelio, bríndenles la ternura y el consuelo del Señor para que sane las ampollas del camino. No dejen de ser esas “flechas amarillas” que, como san Juan Bautista, señalen a Jesús y digan a todos, con sus palabras, pero también y sobre todo con su modo de vivir: «Este es el Cordero de Dios» (Jn 1,29).
Queridos hermanos, se aproxima el Año Santo 2025, con esta gracia jubilar que se nos regala, sigamos caminando juntos como peregrinos de esperanza, hacia la patria celestial.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Y, por favor, cuando regresen, pídanle a Santiago apóstol que interceda por mí. Muchas gracias.