El Papa: «No olviden las obras del alma»

El Santo Padre acude a la Plaza de España en Roma, como es tradición cada 8 de diciembre, para rendir un homenaje a la estatua de la Inmaculada Concepción. En su oración, a 16 días de la apertura del Año Santo 2025, recuerda que «el Verdadero Jubileo no está fuera» sino «dentro»: «Es dentro donde hay que trabajar para preparar el camino al Señor que viene»

Este domingo 8 de diciembre, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, el Papa Francisco se trasladó a la Plaza de España en Roma para llevar a cabo el tradicional acto de veneración a la estatua de la Purísima. Antes de ello, realizó una parada en la Basílica de Santa María la Mayor, donde rindió homenaje a la Salus Populi Romani. 

El Pontífice fue recibido por el recientemente creado Cardenal Baldassare Reina, Vicario General de Su Santidad para la Diócesis de Roma, y por el alcalde de la capital italiana, Roberto Gualtieri. Allí, el Papa oró junto a los fieles presentes y a los que siguieron la ceremonia a través de los medios de comunicación. Asimismo, se entonaron cánticos y letanías en honor de la Santísima Virgen.

El Santo Padre depositó una ofrenda floral, se recogió en oración y pronunció una breve plegaria. El Papa aludió a la preparación al Jubileo Ordinario de 2025, que comienza en 16 días, y aseguró que «será un mensaje de esperanza para la humanidad atormentada por las crisis y las guerras». También mencionó la multiplicidad de obras en curso en Roma con motivo de este gran evento, reconoció la importancia y la necesidad de estos trabajos, a la vez que recordó que «el verdadero Jubileo no está fuera, está dentro».

«Es dentro donde hay que trabajar para preparar el camino al Señor que viene».

A continuación les ofrecemos el texto integral de la oración del Santo Padre:

Virgen Inmaculada,

hoy es tu fiesta y nos reunimos en torno a ti.

Las flores que te ofrecemos quieren expresar

nuestro amor y gratitud

pero tú ves y aprecias sobre todo esas flores escondidas

que son las oraciones, los suspiros, las lágrimas,

especialmente de los pequeños y de los pobres.

 

Madre nuestra, Roma se prepara para un nuevo Jubileo

que será un mensaje de esperanza para la humanidad

atormentada por las crisis y las guerras.

Por esto, hay obras por todas partes en la ciudad:

esto -lo sabes- causa bastantes molestias,

pero es un signo de que Roma está viva,

se renueva, intenta adaptarse a las necesidades,

para ser más acogedora y más funcional.

 

Pero tu mirada de Madre ve más allá.

Y me parece oír su voz

diciéndonos sabiamente: “Hijos míos,

estas obras están bien, pero tengan cuidado:

¡no olviden las obras del alma!

El verdadero Jubileo no está fuera, está dentro:

dentro de ustedes, dentro de los corazones,

dentro de las relaciones familiares y sociales.

Es dentro donde hay que trabajar para preparar

el camino al Señor que viene».

 

Madre Inmaculada, ¡te damos las gracias!

Esta indicación tuya nos hace bien,


la necesitamos tanto, porque, sin quererlo,

corremos el riesgo de quedar totalmente atrapados

por la organización, por las cosas que hay que hacer,

y entonces la gracia del Año Santo,

que es un tiempo de renacimiento espiritual

de perdón y de liberación social,

esta gracia del Jubileo es acallada.

 

Seguramente estabas presente en la sinagoga de Nazaret

aquel día en que Jesús predicó por primera vez

a la gente de su país.

Leyó el libro del profeta Isaías:

«El Espíritu del Señor está sobre mí;

por eso me ha ungido

y me ha enviado a dar buenas nuevas a los pobres

a proclamar la liberación a los cautivos

y a los ciegos la vista

a poner en libertad a los oprimidos

a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).

Luego se sentó y dijo: «Hoy se ha cumplido

esta Escritura que habéis oído» (v. 21).

Tú estabas allí, en medio del pueblo asombrado.

Estabas orgulloso de Él, de tu Hijo,

y al mismo tiempo preveías el drama

de la cerrazón y la envidia, que genera violencia.

Pasaste por este drama

y siempre lo haces, con tu corazón inmaculado

lleno del amor del Corazón de Cristo.

 

Y también hoy, María, nos repites: «¡Escúchenlo!

Escúchenlo y hagan lo que Él les diga» (cf. Jn 2,5).

¡Gracias, Madre Santa! Gracias porque aún

en este tiempo pobre en esperanza,

nos das a Jesús, ¡nuestra Esperanza!