Aunque nuestro corazón esté en Valencia, también somos capaces de echar la vista atrás, de revivir en la memoria aquella canción icónica de Cecilia, «Un ramito de violetas». ¿Te acuerdas? La canción cuenta la historia de una mujer que, cada 9 de noviembre, recibe un ramo de violetas sin tarjeta. Ella se ilusiona, imaginando quién será ese amor secreto. Mientras tanto, su marido, algo reservado y serio, la observa en silencio, sonriendo. Él es quien le escribe esos versos anónimos; él es ese amor secreto.
Vivimos en una época en la que todos podemos sufrir un poco del «síndrome del ramito de violetas»: olvidamos valorar a las personas que están a nuestro lado, a esos compañeros de vida. Quizás la mejor manera de evitarlo es aprender de la lección que Gary Chapman nos dejó en su libro Los cinco lenguajes del amor.
Chapman explica que cada persona tiene una manera particular, única de dar y recibir amor, y que reconocer esto puede fortalecer nuestras relaciones. Algunas personas valoran el tiempo compartido, ese parar el mundo por ti. Otras, en cambio, expresan su amor a través de actos de servicio, haciendo esas tareas que menos nos gustan, como tirar la basura o pasar la ITV del coche, pequeños gestos que muchas veces pasan desapercibidos pero que están llenos de cariño, las personas que manifiestan así su cariño no suelen ser muy valorados. Están también los que encuentran en los regalos una forma de expresar su enorme cariño cuando sienten que las palabras no son suficientes.
Hay personas que se sienten queridas a través de palabras de afecto: un mensaje cariñoso, un elogio o reconocimiento les hace sentir valoradas. Para otros, en cambio, el contacto físico es esencial; necesitan abrazos, caricias y cercanía para sentirse queridos y demostrar su propio amor.
Qué importante es conocernos, conocer a quienes amamos y de que forma se sienten queridos, para reconocer cuando nos ofrecen un verso silencioso en forma de actos de servicio, cuando necesitan compartir un momento especial, o cuando es ese día tontorrón de comprar un pequeño detalle. No dejemos que nos ocurra como a la mujer de la canción de Cecilia; que este 9 de noviembre no suframos del «síndrome del ramito de violetas». Why not?