El Evangelio nos ofrece una profunda reflexión sobre el mandamiento más grande: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primer y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). Este pasaje no solo nos guía en nuestra relación con Dios y con los demás, sino que también nos invita a reflexionar sobre la importancia de escuchar.
Escuchar a Dios
Dios, en Su infinita sabiduría, nos ha dotado de dos orejas y una boca, recordándonos la importancia de escuchar más y hablar menos. Escuchar a Dios es esencial para vivir plenamente el primer mandamiento. La oración y la meditación son herramientas que nos permiten abrir nuestro corazón y nuestra mente a Su voz. En el silencio, podemos escuchar el susurro de Dios, guiándonos y fortaleciendo nuestra fe.
La escucha activa en nuestra relación con Dios implica prestar atención a Su palabra en las Escrituras, contemplar Su creación y estar atentos a las inspiraciones del Espíritu Santo en nuestra vida diaria. Al hacerlo, cultivamos una relación más profunda y significativa con Él, amándolo con todo nuestro ser.
Escuchar al Prójimo
El segundo mandamiento, amar al prójimo como a nosotros mismos, también se fundamenta en la capacidad de escuchar. En un mundo donde el ruido y la prisa predominan, la escucha atenta se convierte en un acto de amor y caridad. Al escuchar a los demás, reconocemos su dignidad y les mostramos que sus palabras y experiencias son valiosas.
Escuchar a nuestro prójimo va más allá de oír sus palabras. Implica empatía, comprensión y el deseo genuino de conectar con su realidad. Es un acto de humildad, donde dejamos de lado nuestros propios pensamientos y juicios para abrirnos a la experiencia del otro. De esta manera, no solo fortalecemos nuestras relaciones interpersonales, sino que también seguimos el ejemplo de Cristo, quien siempre escuchó a los que se acercaban a Él.
El Poder de la Escucha en la Vida Diaria
La escucha activa tiene un poder transformador en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean. En el ámbito familiar, escuchar a nuestros seres queridos fortalece los lazos y crea un ambiente de amor y respeto. En el entorno laboral, la escucha atenta fomenta la colaboración y el entendimiento, mejorando la eficiencia y el bienestar en el equipo.
Además, en nuestras comunidades y parroquias, la escucha es fundamental para construir una sociedad más justa y compasiva. Al estar atentos a las necesidades y preocupaciones de los demás, podemos ofrecer nuestro apoyo y ser instrumentos del amor de Dios en el mundo.
El Evangelio nos recuerda que el amor a Dios y al prójimo son inseparables. Para vivir plenamente estos mandamientos, debemos cultivar la capacidad de escuchar. Dios nos dio dos orejas y una boca, invitándonos a escuchar más y hablar menos. Al hacerlo, no solo crecemos en nuestra relación con Él, sino que también contribuimos a un mundo más humano y cristiano.
Que este recordatorio nos inspire a ser mejores oyentes, atentos a la voz de Dios y a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas. Escuchar es un acto de amor, y al practicarlo, nos acercamos más al corazón de Cristo y cumplimos Su mandato de amar.
Exaudi significa escuchar.