El propósito personal, desplegado a través de una virtud

Camino hacia la trascendencia

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Desde hace un tiempo está de “moda” hablar, escribir, dar charlas y demás relacionadas al propósito personal. Sin embargo este no es un tema reciente, del mismo ya se hablaba en la antigua Grecia, en el siglo IV A.C.

Para eso, basta revisar la obra “Ética a Nicómaco”, escrita por Aristóteles, quien establece “Que el propósito de todo ser humano es ser Feliz y que lo logrará a través de cultivar una mente sana, tener una vida ordenada y prudente, sumando a ésto, practicar hábitos buenos y una disposición a la virtuosidad de los mismos.”

En el libro, Gobierno de personas en la empresa, escrito por Pablo Ferreiro y Manuel Alcazar, nos mencionan, entre muchas cosas, cómo se interrelacionan los motivos extrínsecos, intrínsencos y transcendentes con la motivación espontánea o racional que tenemos todos los seres humanos.

De acuerdo a lo mencionado en el párrafo anterior, les propongo una definición asociada al propósito personal: “es el uso de la inteligencia, por medio del ejercicio constante de mi voluntad, para encontrar qué cosas-acciones hago y para qué las hago, que le dan un significado a mi existencia”.

Ahora les pasaré a contar una historia personal, asociada a dicho tema. Hace unas semanas mi madre, sus hermanas y un hermano, recordaron y celebraron un año más de vida de su padre, mi abuelo materno, quien se llamaba Hugo, como yo. No lo llegué a conocer físicamente (falleció a los 54 años, por esas casualidades de la vida la misma edad que tengo actualmente yo) pero pude saber de él por las historias y relatos que tanto mi madre como sus hermanos me hacen. Una de las historias que me llena de curiosidad y admiración, es cómo antes de cumplir 54 años de vida, pudo impactar para bien, en la vida de su comunidad, a través de su desprendimiento material y generosidad.

Hugo Estrada Mostacero, fue el segundo de ocho hermanos, nació en 1908 en el distrito de Cascas, Provincia de Gran Chimú, departamento de la Libertad, Perú, estudió Ingeniería Química en la Universidad Nacional de Trujillo, no llegó a graduarse por temas políticos de la época, producto de eso tuvo que regresar a Cascas a trabajar. Allí desarrolló algunos negocios, como una tienda de abarrotes, perecibles y telas, que abastecía al pueblo, llamada El Tambo. A su vez tuvo un ingenio de arroz, llamado La Esperanza, donde daba el servicio de pilado del mismo y con visión empresarial adquirió algunas hectáreas de tierra, para sembrar y cosechar ese producto (lo que, el management moderno llama integración de la cadena productiva). Adicionalmente había heredado de su padre, junto con sus hermanos un terreno de una considerable dimensión. Sin embargo en ese tiempo observó que tanto sus hijos como otros niños de su pueblo, para terminar sus estudios escolares, debían trasladarse a la ciudad de Trujillo, pues en Cascas, solo existía una escuela primaria. Ante esta necesidad, no dudó en obsequiar esas tierras heredadas, luego lo seguirían en este acto de desprendimiento algunos de sus hermanos y así se pudo contar con un terreno, para la posterior edificación de lo que sería el colegio San Gabriel de Cascas, que a la fecha tiene más de 60 años funcionando.

Algunos aprendizajes que rescato de esta historia familiar.

  • A partir de tratar de cubrir una necesidad personal, familiar, puedes impactar a un universo mayor de personas. Desplegar la empatía.
  • Ser consciente que los bienes materiales, están para ponerlos al servicio de los demás.
  • Ser sencillo al actuar, mis tías cuentan que en la comunidad, quisieron que el nombre del colegio sea el de mi bisabuelo (Justo Estrada) o el de mi abuelo Hugo, por tener la iniciativa de obsequiar el terreno. No lo aceptó y en su lugar, propuso que llevara el nombre del ángel patrón del pueblo.
  • El propósito personal, no necesariamente lo escribes, pero si debes vivirlo.
  • La manera de progresar en la vida, es a través de la educación.

Algunos de ustedes podrían pensar o decir a esta altura del presente artículo «es que yo no tengo bienes muebles, inmuebles o cosas parecidas» sin embargo, les recuerdo que todos sin excepción, tenemos talentos, dones que podemos poner al servicio de nuestros prójimos, empezando por el bien más preciado, «nuestro tiempo» para escuchar al amigo con alguna dificultad, visitar al enfermo, enseñar al que no conoce un tema puntual, compartir una charla con jóvenes por egresar la secundaria y que desean estudiar la carrera profesional que tu tienes, etc.

Concluyo, con dos reflexiones asociadas a este artículo…

1. Albert Pike, abogado militar y escritor americano, dijo, “ Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosostros, lo que hacemos por los demás y por el mundo permanece y es inmortal”

2. Parte de la letra de la canción titulada, “Para darlo a los demás” de Manuel López Naón:

«Toma de mí lo que te sirva, para darlo a los demás

Toma de mí lo que te sirva, no me guardo nada más

Hoy quiero ser tu instrumento y predicar tu gran verdad…

Y trato de encontrarte en mis hermanos

Pero se me hace imposible sin tu amor

Soy débil y te pido que tus manos, abran de par en par mi corazón…»

Y bien, que dices.… ¡Estás listo para pensar, meditar y desplegar tu propósito, asociado a una o más virtudes, como la generosidad e inclusive la caridad, que es el bien más preciado. ! Vamos, sigamos remando contra corriente!


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