El amor no esperado

La belleza del amor en medio del dolor y la pérdida

Pexels

Como celebrante y a la vez como espectador, en las exequias donde acompaño a las familias, observo la emoción silenciosa de los dolientes de segunda fila, que suelen ser los nietos o familiares no tan directos, vecinos, compañeros de trabajo o empleados.  A veces esa emoción como entrecortada, de segunda fila, se destaca sin querer respecto a los de la primera, en que los dolientes parecen estar menos afectados. Pareciera como si hubiera un desajuste en el orden y en la intensidad de las emociones. Algunas son explicables e incluso poéticas, como lo es el sentimiento de los hijos y los nietos ante la muerte de un padre o abuelo, o madre y abuela. La complicidad que los abuelos tuvieron con los nietos no es igual que la que se tuvo con los hijos a los que no se pudo malcriar.  También sucede que los de primera fila llevan el peso de la organización de la despedida y si han acompañado hasta el final al difunto estén tan agotados que ni espacio al llanto dejan. En algunas ocasiones, además, se une la historia de conflictos no resueltos con la persona difunta o los conflictos familiares que difícilmente se resuelven con posterioridad.

El mapa visual de los sentimientos en un entierro, nos puede dar una imagen de la vida de la persona por la que rezamos y a la vez, reflexionar sobre nuestras propias relaciones con los demás y con aquel que mejor nos conoce y quiere, nuestro Padre Dios.

Acercándose el día de difuntos, sin caer en una morbosidad macabra, podemos proyectar cómo pudiera ser nuestro funeral. Al margen de la jocosidad que puede despertar la idea, el solo hecho de pensar en nuestro epitafio, nos puede ayudar a vivir con más conciencia el presente.

El ejercicio consistiría en pensar cuáles serían nuestros personajes de segunda fila. Aquellos que la relación no ha estado mediatizada por los compromisos naturales de la vida como los familiares directos, por ejemplo. Es decir, aquellos con los cuales hemos tenido una relación más desinteresada. El evangelio de Mateo en el capítulo 25, sobre todo en los versículos 31 y siguientes que habla del juicio final nos invita a tener presente este pensamiento.

Recientemente, he enterrado una empresaria anciana, que trabajó hasta el final de sus casi noventa años. Era una mujer que no se prodigaba en expresiones afectivas. Que tuvo una infancia muy dura, dándole ello, una gran resiliencia, de la que hora se habla tanto. A la vez, encontró la piedra filosofal de la felicidad. Cada día laboral iba a su “oficina” donde el actual gerente, que era su hijo, le había Asignado la tarea de supervisar una parte de la contabilidad. Con una sensatez enorme aceptaba las contrariedades de la vida y las peculiaridades de sus hijos y nietos sin dejarse influenciar por la recompensa afectiva.

El día del entierro, la segunda fila estaba ampliamente copada por trabajadores de la empresa de todas las edades. Algunos lloraban sin poder contener las lágrimas. Eran muchas las historias familiares en las que discretamente había intervenido la difunta, salvando situaciones económicas difíciles.

Cuando el amor no es esperado, se convierte en una gratuidad. Por eso Jesús, en el Evangelio habla siempre de dar, invitar, sin esperar nada a cambio, a aquellos que no lo esperan.  Lc. 14,12-14, Nos sugiere invitar al banquete de nuestra vida a aquellos que NO nos pueden devolver la invitación. Insiste Jesús en la misma línea al referirse a la limosna Mt. 6, 1-6, guardar el anonimato.

Jesús, no solamente está situando el límite del amor por encima de nuestros egoísmos, sino que nos invita a la libertad de amar sin mediar intereses mezquinos.

amor no esperado, duelo y emociones, relaciones familiares, gratuidad en el amor, exequias y despedidas, dolor y pérdida, complicidad entre generaciones, reflexiones sobre la muerte, amor incondicional, sanación en el duelo, historia de vida, importancia de la segunda fila, aceptación del ciclo vital, vivir el presente, amor sin expectativas el duelo, a aquello que llamamos dolor, en muchos casos se refiere a los desengaños y frustraciones ante lo que la persona que nos falta no nos ha dado en vida, o no ha dejado en herencia. O peor, lo nuestro, lo que hemos recibido, lo valoramos comparándolo con lo que otros han obtenido.

Cuando el afecto es una exigencia, cuando el amor es medible por la cantidad material que se invierte, cuando se instala el sentimiento de agravio hacia la persona que se ha ido porque no nos ha considerado dignos, el duelo se hace difícil.

En muchos casos se convierte en duelo histérico. Este se define como aquel en que se niega a la persona que nos ha “herido”.  Se borra de nuestra historia. Se invierte mucha energía en hacer como si nunca hubiera existido.

Un duelo saludable se basa en una relación de gratuidad. El prototipo es Job:  –  Job 1, 21 –  El Señor me lo dio todo, y el Señor me lo quitó; ¡bendito sea el nombre del Señor!  «Desnudo salí del vientre de mi madre Y desnudo volveré allá. Los amigos siguiendo la lógica de las compensaciones buscan justificar a Dios y aumentan el dolor de Job.


Estos días también he acompañado a la familia de Ana, que perdió a su padre. Ana es una mujer de más de cincuenta años que nació trisonómica, es decir, lo que antes se llamaba el síndrome de Down.

Todos preocupados por ella, como sí no supiera asumir y situarse de nuevo en la esfera familiar.

Como suele pasar en estos casos, se entorpece a veces la vida de las personas, por un exceso de protección y una discriminación positiva. Cuando puede suceder, justamente al revés, que una dificultad intelectual ha hecho, seguramente, desarrollar otras capacidades por encima de lo normal.

Cuando la capacidad para captar la realidad se simplifica y el doble sentido de las cosas, las expectativas a muy largo plazo, las ambivalencias y segundas intenciones no se dan, la misma realidad de la muerte se convierte en algo posible y natural. Ana no entendía porque su mamá lloraba la muerte de papá si era algo ineludible.  Y la consolaba con sus caricias. Ana estaba más triste por su mamá por sus lloros que por su papá. “Se puso enfermo y se murió” decía a quién preguntaba.  Incluso explicaba con detalle la incineración. Al principio no lo entendía, pero lo captó rápidamente. El ciclo vital es algo natural.

Ana tampoco llega a darle vueltas a su futuro. El vivir el aquí y ahora sin angustiarse por un futuro que no ha llegado, es otra de las características de un pensamiento dónde lo concreto tiene más fuerza que lo abstracto.

Y el amor ni es esperado ni comprado ni vendido. Es una expresión natural de relación.  Lo que hace un duelo difícil es la frustración que puede generar la muerte. Cuando se acepta con naturalidad la vida, el duelo fluye. Acumular heridas dificulta amar sin esperar nada a cambio.

A veces la plenitud está más cerca de aquellos transparentes y veraces que los “sabios”, los cuales antes de amar calculan, mientras aman cuestionan y cuando han amado pasan cuentas. Amar de verdad, como dice el Papa – Angelus del 12 de febrero de 2023-  “Dios no razona con cálculos y tablas; Él nos ama como un enamorado: ¡no hasta el mínimo, sino hasta el máximo! No nos dice: «Te amo hasta cierto punto». Para Ana amar es fácil, no calcula.  Así también lo afirma Bridget Brown, una actriz estadounidense con síndrome de Down que tuvo la oportunidad de conocer al Papa Francisco en el Vaticano. Allí le entregó una carta en la que asegura tener «una vida plena y maravillosa».

La joven ha actuado en películas como LOL, protagonizada por la cantante Miley Cirus; en la comedia Wiener-Dog y en la serie Chicago Justice.

En su carta le dijo al Papa que «el mundo necesita saber que no ‘sufro’ de Síndrome de Down. Tengo una vida plena y maravillosa, y estoy llena de alegría por estar viva. Amo absolutamente mi vida».   Se explica así, como el duelo complicado lo es cuando el amor es esperado o exigido y no cumple nuestras expectativas. Prevenir la frustración es vivir el amor como no esperado, como ofrenda.

Spotify