La idealización

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Consiste en exagerar las cualidades positivas de una persona, lugar, organización, grupo, institución o ideología, y minimizar o no ver las negativas. Un proceso frecuente y de aparición temprana en el desarrollo humano, que con diferencias en la forma y en la realidad idealizada persiste a lo largo de la vida.

Para el niño pequeño los padres lo son todo y todo lo hacen bien. A esta idealización suelen seguir en la adolescencia las tensiones de la “desidealización” que en el peor de los casos se convierte en devaluación. Por su parte los padres también idealizan a veces a los hijos, para ellos son los números uno.

Un componente importante, y pocas veces ausente, es la idealización de la persona amada. La literatura ha reflejado con acierto esta experiencia de idealización, normalmente breve y leve. Al describir el llamado “efecto Miguel Ángel” en un proceso en que las parejas se van modelando en función de conseguir el “yo ideal”.

Idealización también en el proceso del duelo, cuando se exalta de tal modo lo positivo de la persona fallecida frente a los juicios negativos que se daban de ella en vida. Contrasta esta idealización con la que se observa en algunas parejas tras la ruptura, al representar a la otra persona, antes idealizada, como una antología de todos los vicios.

Idealización del pasado “cualquier tiempo pasado fue mejor”, describiendo un pasado institucional o nacional del que, tras borrar las sombras, se crea una edad gloriosa y heroica, pero que nunca existió. Es el “primitivismo romántico” o tendencia a la exaltación idealizada de lo primitivo, junto con una visión ácida y negativa de la sociedad actual.

La sociedad con la ayuda de los medios de comunicación y de las redes sociales, es generadora de procesos de idealización y de denigración, con graves consecuencias. Las redes sociales amplifican aún más ese fenómeno ya que permiten compartir vidas en las que todo parece perfecto. Eso nos lleva a idealizar a personas y estilos de vida, pero curiosamente ese ideal no conduce a la felicidad que tanto ansiamos, sino que a menudo se convierte más bien un callejón sin salida que conduce directamente a la decepción y la frustración.


Aunque idealizar a alguien también tiene sus aspectos positivos, el concepto de idealización en sí mismo implica negación. Idealizar a una persona o una situación significa negarnos a ver la parte negativa, que siempre existe. Significa dejar de lado el sentido común. Por esa razón, es importante dejar de idealizar. Curiosamente, el primer paso para dejar de idealizar a alguien no se encuentra fuera sino dentro de nosotros. Debemos potenciar la introspección. Es importante que identifiquemos el origen de esa tendencia a idealizar a los demás.

La idealización en sí misma no constituye una patología, aunque puede ser característica de algún síndrome o trastorno psicológico, como ocurre en el trastorno límite de personalidad (Por ejemplo, pueden idealizar a alguien al principio de la relación, pasar mucho tiempo juntos y compartirlo todo. De repente, pueden sentir que la otra persona no les quiere lo suficiente y desilusionarse. Entonces pueden menospreciar a esa persona o enojarse con ella).

En realidad, idealizar es una estrategia defensiva, no advertida, ante la ansiedad que produce la percepción de la propia inferioridad o inseguridad. Pero es una reacción común que no equivale por sí misma a patología, salvo cuando se trata de idealización rígida y exagerada con distorsión grave y evidente de la realidad.

Una dosis de idealización leve, genera ilusión para avanzar y resulta estimulante para el crecimiento personal y del grupo u organización.

Juan Andrés Segura – Colaborador de Enraizados