«Mi formación ayudará a hermanas de todo el mundo»

Fathima, religiosa de la India

Esta religiosa de la India nació en 1989 en Andhra Pradesh, y está cursando el ultimo año de la Licenciatura en Comunicación Social e Institucional en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Ha contado con la colaboración de la Fundación CARF, que le otorgó una ayuda de estudio parcial por cada año de sus estudios.

India, un entorno multirreligioso

Su historia es muy particular, pues nació en un entorno multirreligioso. «Nací en una familia semicatólica situada en Visakhapatnam, Andhra Pradesh, India. Tengo una hermana y un hermano mayores. Mi hogar no estaba en medio de una sociedad de mayoría hindúes, sino en una colonia católica fundada y establecida por misioneros franceses hace 150 años», recuerda Fathima.

Esos misioneros fueron los que vieron la necesidad de proteger la fe cristiana en una sociedad hindú, y así formaron esta colonia católica que ha resistido a muchas dificultades impuestas por el gobierno y las organizaciones radicales hindúes.

Explica sus raíces familiares: «He comentado que mi familia era semicatólica porque mi madre provenía de una familia hindú. Después de casarse con mi padre, que sí era católico, ella misma abrazó el cristianismo y desde entonces se ha mantenido fiel a la fe».

El diálogo con sus parientes hindúes

Visitar los lugares donde vivían sus parientes maternos le hizo comprender la diferencia entre los que abrazaron a Cristo y los que no. «Aunque mis parientes hindúes viven una vida muy virtuosa, carecen de la seguridad de la salvación y de la vida después de la muerte. Esto me ha hecho darme cuenta de que es muy necesario entablar un diálogo con ellos para hacerles ver cómo pueden saciar este deseo de salvación».

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Fathima explica que esto no significa necesariamente que todos tengan que convertirse a la fe católica, sino que tienen que encontrar la manera de abrazar la verdad eterna. «Uno de los mayores regalos que he recibido de mi padre es una fe firme en Dios y el amor por mis vecinos, menos privilegiados que yo en la fe. Mi padre era muy activo en iniciativas parroquiales como la Sociedad san Vicente de Paúl. También solía ir de campamento (visitaba los lugares y predicaba el Evangelio los fines de semana). Todos estos elementos que resonaban en mi mente acabaron por convencerme de que estaba llamada a llevar una vida diferente».

Hermanas Salvatorianas, las primeras señales de una vocación

De niña y adolescente recibió una educación de las Hermanas de san José de Annecy. En aquellos años, también le inspiraron profundamente los carismas y las actividades apostólicas de otras dos congregaciones religiosas femeninas: las Misioneras de la Caridad y las Clarisas de Cristo Rey.

«Poco a poco, me sentí atraída a dedicar mi vida como religiosa, pero tenía que saber cuál era mi camino. Así, Dios me condujo a las Hermanas del Divino Salvador (Salvatorianas, una congregación con identidad universal y espíritu misionero). En mi parroquia había una gran devoción a Santa Teresa del Niño Jesús, lo que también me impulsó a unirme a las hermanas Salvatorianas para ser yo misma una misionera. Me enamoré de su carisma, de dar a conocer a Cristo en todos los rincones del mundo», relata con emoción.

Dedicación frente a la adversidad

Las Hermanas Salvatorianas fueron las primeras en llevar la fe cristiana a la población del noreste de la India. Después de seis años de formación, finalmente hizo su profesión con ellas y le destinaron a Punjab, un estado del noroeste de la India.

Hermanas Salvatorianas Religiosas de la India

Fathima cuenta cómo ha sido este camino desde entonces, con sus retos y alegrías que han moldeado profundamente su forma de entender la fe y el servicio.

«La resistencia y la dedicación de las que he sido testigo frente a la adversidad, especialmente entre las comunidades marginadas a las que servimos, han sido una fuente de inmensa inspiración. Ser miembro de una congregación misionera es muy enriquecedor tanto personal como espiritualmente. Permite conocer las muy diversas culturas del mundo, lo que te ayuda a abrazar las distintas tradiciones y a la humanidad con respeto y amor».

La primera vez en Roma

Después de un año y medio de profesión, le llamaron a Roma para ayudar en la secretaría de la administración general de su casa generalicia.

«Al darme cuenta de la necesidad de una mayor eficacia para avanzar en mi trabajo y contribuir mejor a mi servicio como comunicadora de la congregación, me enviaron a estudiar a Roma. A falta de los estudios básicos necesarios para la licenciatura, me inscribí en el programa de 5 años de Comunicación Institucional de la Universidad de la Santa Cruz», dice con entusiasmo.

Da la casualidad de que el fundador de su congregación internacional, también estudio en Roma: el Beato Francisco María de la Cruz Jordán, que fundó la comunidad en 1889.


«Casi al final de mis estudios, puedo decir con seguridad que ahora tengo la suficiente formación para comunicarme y conectarme con personas de varias partes del mundo, donde nuestras hermanas prestan su servicio, asegurando que todos puedan conocer y amar al único Dios verdadero, Jesucristo, Salvador del mundo», afirma la religiosa hindú.

Ayudar a las religiosas de su congregación

Por esta razón, afirma con entusiasmo que su «misión es ofrecer mis competencias a todas las mujeres religiosas de mi congregación, cerca de mil hermanas Salvatorianas en 26 países de los cinco continentes».

Todas ellas viven el reto intemporal de seguir a Jesús llevando el Evangelio a los pobres y capacitándoles para desarrollar sus propios recursos. Colaboran para promover la justicia y mejorar la calidad de vida en nuestro mundo.

«Crecer en la India y ser testigo de las innumerables obras de caridad y apostolados destinados a mejorar los valores y la moral de la sociedad me inspiró enormemente, llevándome finalmente a abrazar este modo de vida. Sin embargo, los actos heroicos de las religiosas a menudo pasan desapercibidos para las autoridades locales y la sociedad. Para ello se necesitan personas dedicadas a la comunicación que puedan promover esta causa con imparcialidad», explica.

La oportunidad de la era digital para una religiosa de la India

Entre sus retos están los de dar a conocer los servicios de las religiosas, poner de relieve sus esfuerzos para fomentar un sentimiento de solidaridad y animar a realizar obras nobles similares.

Explica que estas experiencias han puesto de relieve la importancia de la comunicación para salvar distancias, fomentar el entendimiento y construir comunidades basadas en los valores del amor, la compasión y la solidaridad.

«La era digital presenta una oportunidad única para amplificar estas historias, conectar con una audiencia global e inspirar la acción colectiva hacia un mundo más justo y humano, lo que inevitablemente tiene un efecto positivo en la sociedad. De ahí que aspire a poner mis estudios al servicio de las religiosas.

Mirando hacia el futuro, estoy llena de esperanza y determinación para utilizar mi educación y experiencias para promover la misión de las Hermanas Salvatorianas», manifiesta Fathima Shirisha Giduthuri.

Crear una red de apoyo

Para ello, su objetivo es desarrollar estrategias de comunicación innovadoras que destaquen el trabajo vital que realizan las religiosas en todo el mundo, asegurando que sus voces sean escuchadas y sus esfuerzos reconocidos.

Aprovechando las modernas herramientas y plataformas de los medios de comunicación, pretende crear una red de apoyo y concienciación que trascienda las fronteras geográficas, uniendo a individuos y comunidades en una misión compartida de fe y servicio. «A través de estos esfuerzos, me comprometo a promover los valores del Evangelio y a fomentar un espíritu de unidad y colaboración en nuestra sociedad global».

«La formación es una noble tarea»

Por toda esta formación recibida, da las gracias a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, que ofrece a los estudiantes la oportunidad de aprender sobre comunicación eclesiástica, formación en medios de comunicación y comunicación social, capacitándoles para apoyar la misión de la Iglesia en sus propios territorios o diócesis.

«Quiero dar las gracias especialmente a mis benefactores de la Fundación CARF, cuyo apoyo financiero a nuestros estudios hace posible alcanzar la educación en Roma. Recuerdo su generosidad con un corazón agradecido. Educar a un sacerdote o a un religioso es, sin duda, una noble tarea, ya que estas personas acaban llevando los frutos de sus estudios de manera desinteresada a la gente en sus propios lugares. Mis hermanas y yo rezamos por todos ustedes».