Reflexión de Mons. Enrique Díaz: “El Señor es nuestra fortaleza”

IX Domingo Ordinario

Mons. Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio de este Domingo 2 de junio de 2024, titulado: “El Señor es nuestra fortaleza”.

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Deuteronomio 5, 12 – 15: “Recuerda que fuiste esclavo en Egipto”

Salmo 80: “El Señor es nuestra fortaleza”

II Corintios 4, 6 – 11: “La vida de Jesús se manifiesta en nuestra carne mortal”

San Marcos 2, 23 – 3, 6: “El Hijo del hombre también es dueño del sábado”

¡Qué hermoso es contemplar a Cristo libre ante las leyes y los prejuicios, y al mismo tiempo liberador de esclavitudes y enfermedades! Es cierto necesitamos leyes que protejan los intereses de los más débiles, costumbres que guarden las bellas tradiciones de nuestros pueblos, fiestas y acontecimientos que nos recuerden los momentos importantes de la Iglesia, de la patria y de la comunidad.  Pero no cadenas que esclavicen y se olviden de las personas, de su dignidad y de sus derechos. Con frecuencia encontramos que Jesús adopta una postura crítica frente a las ley y las instituciones judías y no desaprovecha oportunidad para relativizar su valor frente a las autoridades y frente a los líderes religiosos. Cuando la ley se torna cadena, pierde su sentido y denigra a la persona.


¿En cuántas prácticas nos hemos quedado sin mirar su verdadero contenido? Jesús cuestiona a los hombres de su tiempo porque han hecho de las leyes una pesada carga para todo el pueblo. El sábado, con un precioso significado en la relación con Dios y con un profundo contenido social en busca de la justicia de los más pobres, se convierte ahora en una carga que ni se relaciona con Dios y que distorsiona el cuidado de los hermanos. Basta leer con atención la primera lectura de este día donde se recuerda al pueblo que fue esclavo y que el sábado es precisamente para manifestar su libertad y la libertad de los hermanos. El pueblo judío ha perdido el sentido, sigue cumpliendo una ley que se torna una carga y que no manifiesta el verdadero sentido de libertad, de dignidad de la persona y del tiempo dedicado con especial reverencia a encontrarse con a Dios.

Con la Resurrección de Cristo, los primeros cristianos dejaron el sábado como tiempo sagrado y adoptaron el Domingo como el Día del Señor, sí para descanso de la persona, pero sobre todo para el encuentro con nuestro Dios y creador. Frente a las graves acusaciones que hace Jesús nos tendremos que cuestionar si nosotros también hemos perdido el sentido del día del descanso. Supuestamente descansamos los domingos que deberían ser dedicados a Dios de una manera especial y que tendríamos la oportunidad para el encuentro con las familias y con la comunidad, pero hemos hecho del domingo un día de desenfreno y de descuido que no fortalece nuestro espíritu.

El sábado de los judíos se olvida de lo más importante que es el amor que está por encima de cualquier práctica religiosa. Nuestro domingo se olvida de la relación con Dios y del compromiso con los hermanos. Ha perdido su sentido de santificación y de verdadero descanso. Las palabras duras de Jesús buscan centrar a sus oponentes en lo que es transcendental: un humanismo que libere, que salve y unifique. El sábado está hecho para el hombre y no lo contrario. Pero detrás de esta sentencia tenemos muchas otras realidades que están hechas para el hombre y que parece que el hombre acaba siendo esclavo de ellas. El dinero, el deporte, los bienes, el vino, las drogas… todo tendría su utilidad siempre y cuando fueran usados con su verdadero sentido. Pero nos hemos desviado y acabamos siendo esclavos y esclavizando a las personas. Sería muy conveniente que este día nos pusiéramos a revisar aquellas cosas  o tareas, que deberían hacer crecer al hombre y que terminan ahogándolo: leyes, impuestos, trabajos, relaciones, diversiones… y otras muchas cosas que están hechas para el hombre y que parece que terminan sujetando y oprimiéndolo. ¿Qué le responderíamos nosotros a Jesús cuando nos dice que el sábado está hecho para el hombre, que las cosas están hechas para el hombre y no el hombre para las cosas?

En la segunda parte del evangelio encontramos una de esas ocasiones en que Jesús tiene que cuestionar seriamente si las leyes y ceremonias que hace su pueblo lo llevan a una verdadera relación con Dios. Pone a un hombre en medio de la sinagoga. Un hombre tullido que significa al hombre amarrado, encadenado y sujeto a tantas ataduras que no le permiten llegar a Dios. Pero al ponerlo Jesús en medio, también se coloca Él mismo ya que es a Él a quien verdaderamente quieren juzgar los fariseos. Un hombre en medio es signo de Cristo que se coloca como medio y como puente para llegar a Dios Padre.

La pregunta toca el fondo de toda relación: ¿Los ritos y las leyes están llevando a Dios? La señal es el sábado, institución sagrada para los israelitas. La clave la da el mismo Jesús: si una ley, un rito o una institución, da la vida al hombre tendremos que cuidarla; si va en contra de la vida del hombre debemos ponerla en tela de juicio. Pocas veces se dice de Jesús que se llena de ira y de tristeza. Pues hoy lo hace al comprobar que se desprecia al hombre. La misma pregunta nos debemos hacer hoy y revisar si lo que estamos haciendo en la familia, en el trabajo, en la educación, está dando vida a la persona o solamente se le está utilizando. ¿Qué lugar van ocupando los hijos en una familia? ¿Se les trata y respeta como personas? ¿Y en la escuela?, ¿Y en el trabajo? ¿Y en los negocios? Tendremos que reconocer que muchas veces se utiliza a la persona para intereses egoístas. Hoy Jesús nos cuestiona y nos hace reflexionar: ¿Estamos dando vida con nuestras actitudes e ideas?

Padre Bueno, que cuidas y proteges a la humanidad, concédenos descubrir lo que verdaderamente nos da libertad y nos acerca más a tu presencia. Amén