La sociedad actual valora hoy en día, más las habilidades blandas que las denominadas habilidades duras que son los conocimientos específicos o técnicos. Mientras que las primeras, están asociadas a cómo las personas interactuamos con otras en una determinada circunstancia o contexto.
Se sabe que fue el ejército de USA, entre los años 1960 y 1970, que empieza a usar el término habilidades blandas o soft skill. Sin embargo también se considera creador de este concepto al psicólogo americano Abraham Maslow, quien por medio de la teoría de autorrealizalización, menciona que a través de las habilidades blandas se logra un efectivo nivel de comunicación con los demás.
Habiendo hecho esta introducción, quiero enfocarme en la habilidad blanda que se denomina escucha activa. Y como lo vengo haciendo desde que comparto estos artículos, lo haré a través de un ejemplo cotidiano.
Tengo un amigo de la infancia, a quien conozco desde que ambos ingresamos al colegio. Compartimos once años en la misma sección o aula, transitaríamos algunos años más los fines de semana con la afición por los caballos de carreras en el hipódromo de Lima, luego la vida nos llevo por caminos separados, el enfocado en el negocio familiar y yo en mi vida profesional corporativa. Pero si bien nos veíamos algunas veces en una que otra reunión social con los amigos y nos saludábamos siempre por los onomásticos, no fue hasta la pandemia que retomamos ese fuerte lazo amical. El está casado y tienes cuatro hijos (tres mujeres y un hombre) ya todos mayores de edad, en mi caso, tengo tres hijas de veinte, diecisiete y trece años respectivamente y veinticinco años de casado.
Ha pasado casi un mes desde que una de mis hijas, tuvo un inconveniente, conversamos y la aconsejé respecto al mismo. Pasados dos días llamé por teléfono (yo en Buenos Aires, el en Lima) a este amigo para comentarle lo sucedido. Pero ¿por qué lo llamé?. Mi razonamiento lógico fue: debe haber afrontado una experiencia similar y su consejo será imparcial.
Después del saludo “protocolar”, me dijo ¿que pasa Huguito, porque tanta seriedad?, ¿en qué te ayudo primo? (así nos tratamos los amigos de la infancia en mi Chiclayo querido), pase a comentarle lo sucedido y su actuar fue escuchar atentamente lo que le comente en detalle, sin interrupción alguna. Me dijo tranquilo, esto pasa, son cosas de chicos, te cuento, yo viví un episodio parecido, etc.
Tres cosas simples y concretas que realizó.
- Estar atento a los hechos y datos objetivos que le describí, pues los enumero, previo a su consejo.
- Empatizar con las emociones y sentimientos que le transmitía mi voz en su conjunto, empezó diciéndome… “tranquilo, esto pasa, son cosas de chicos”.
- Captar mis puntos de vista y mi forma de actuar, según lo transmitido en mi conversación.
Michael Quoist, teólogo, sociólogo y escritor católico francés, dijo “Si sabes escuchar, muchos irán a hablarte. Sé atento, silencioso, recogido. Tal vez, antes que pronuncies una palabra constructiva, el otro se habrá ido, feliz, liberado, iluminado. Pues lo que inconscientemente esperaba no era un consejo, una receta de vida, sino a alguien en quien apoyarse”.
¿Qué dices, te animas a ser ese padre de familia, hermano, hijo, amigo o líder que todos necesitamos?, escuchar más y hablar menos, rememos contra corriente.