El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Nosotros somos la Esperanza”.
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MIRAR
Sobre todo en tiempos electorales, hay quienes ponen toda su esperanza en que triunfe su candidato o candidata, sea a nivel federal, estatal o municipal, unos porque sinceramente anhelan que la situación cambie para la comunidad; pero otros le apoyan sólo porque desean que su propia economía mejore. Son quienes piensan mucho en sí mismos, en sus conveniencias e intereses, y no en el bien social. Son quienes dan su voto a quien les ofrece mejores oportunidades económicas, más apoyos sociales, más dinero, sin importar su ideología, su vida personal, sus ligas partidistas. No les importa un partido, su plataforma, o su historia, y por eso cambian de color según sus personales intereses.
A nivel nacional, después de los tres debates presidenciales, vemos que los tres aspirantes tienen sus cualidades; hay propuestas interesantes y acusaciones muy duras. Para algunos, los debates les han servido para definir su voto; para otros, sólo para confirmarlo. Pero, gane quien gane, cambien, mejoren o empeoren las cosas, la esperanza fundamental somos cada quien, tanto en nuestra historia personal y en nuestra familia, como en nuestra comunidad. Si llega a la Presidencia quien tú no apoyas, no por eso pienses que todo está perdido. Si tú te esfuerzas, incluso en circunstancias adversas, sales adelante. Si trabajas más por tu familia y le infundes buenos principios, triunfarás. Si te preocupas por tus vecinos, por tu calle, por tu barrio, por tu pueblo, por tu ciudad, y haces lo que más sea posible y necesario, con ayuda de otros, saldremos adelante. Ya hemos pasado por gobernantes de varios partidos y hay cosas que han mejorado; otras han empeorado. Es importante quien gobierna, pero nosotros somos los más importantes.
En mi pueblo natal, que por los años 1940-60 vivía en gran marginación, como la mayoría de nuestras poblaciones rurales, mi padre, un campesino sin escuela, junto con otros paisanos, se organizaron y lograron que hubiera luz eléctrica, agua en las casas, carretera, escuelas, clínica de salud, y hasta que fuera sede parroquial. La organización comunitaria es la base de la transformación social, más allá de partidos en el poder.
DISCERNIR
El Papa Francisco, en su homilía del domingo de Pentecostés, dijo algo que nos sirve para toda la vida; pero también para el momento electoral que vivimos y el post-electoral que viviremos:
“El relato de Pentecostés (cf. Hch 2,1-11), nos muestra dos ámbitos de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, en nosotros y en la misión; con dos características, la fuerza y la amabilidad… Hemos recibido el don del Espíritu en el Bautismo y en la Confirmación. Y gracias al Espíritu podemos y debemos hacerlo con la misma fuerza y la misma amabilidad.
Con la misma fuerza: es decir, no con prepotencia e imposiciones —el cristiano no es prepotente, su fuerza es diferente, es la fuerza que viene del Espíritu—, ni tampoco con cálculos y engaños, sino con la energía que proviene de la fidelidad a la verdad, esa que el Espíritu inculca en nuestros corazones y hace crecer en nosotros. Por eso nosotros nos rendimos al Espíritu, no nos rendimos al mundo, sino que continuamos hablando de paz a quien quiere la guerra; a hablar de perdón a quien siembra venganza; a hablar de acogida y solidaridad a quien cierra las puertas y levanta barreras; a hablar de vida a quien elige la muerte; a hablar de respeto ante quien le gusta humillar, insultar y descartar; a hablar de fidelidad ante quien rechaza todo vínculo y confunde la libertad con un individualismo superficial, opaco y vacío. Todo ello sin dejarnos atemorizar por las dificultades, ni por las burlas, ni por las oposiciones que, hoy como ayer, no faltan nunca en la vida apostólica (cf. Hch 4,1-31).
Y al mismo tiempo en que actuemos con esta fuerza, nuestro anuncio busca ser amable, para acoger a todos. No olvidemos esto: a todos, a todos, a todos. No olvidemos aquella parábola de los invitados a la fiesta que no quisieron ir: “vayan a los cruces de los caminos y lleven a todos, todos, todos, buenos y malos, a todos” (cf. Mt 22,9-10). El Espíritu nos da la fuerza para ir adelante e invitar a todos con amabilidad, Él nos da la delicadeza de acoger a todos.
Todos nosotros tenemos mucha necesidad de esperanza; tenemos necesidad de elevar los ojos hacia horizontes de paz, de fraternidad, de justicia y de solidaridad. Este es el único camino para la vida, no hay otro. Es cierto, lamentablemente, a menudo no resulta fácil; es más, a veces se presenta sinuoso y cuesta arriba. Pero nosotros sabemos que no estamos solos: tenemos la seguridad de que, con la ayuda del Espíritu Santo, con sus dones, podemos recorrer juntos ese camino y hacerlo siempre más transitable también para los demás” (19-V-2024).
ACTUAR
Convéncete: tú eres esperanza para ti, para tu familia y para la comunidad. No pongas todo tu anhelo en que triunfe equis candidato, sino que analiza en tu propia vida qué puedes mejorar, cómo puedes educar a tus hijos para que sean constructores de un mundo mejor, dentro o fuera de la política partidista. Y si hay algo que en tu comunidad debe cambiar, organízate con otros y hagan cuanto puedan para que las situaciones sean más conformes a la justicia y a la paz social, a la fraternidad y al progreso comunitario.