30 días sin redes sociales. ¿Qué sucede cuando realmente te desconectas?
Entrevista al director de cine Fernando Muraca

Siete horas al día. Este es el tiempo que muchos adolescentes pasan cautivados en las pantallas de todo tipo: smartphone y sus redes sociales, las series televisivas, chats, video juegos…Un dato alarmante que nos pone ante una realidad innegable: a los quince años parece que no hay vida sin redes sociales. Pero ¿qué pasaría si intentáramos revertir el rumbo? En su libro Libremente Verónica, el escritor y director de cine Fernando Muraca lanza un provocador desafío a los jóvenes: 30 días sin redes sociales. ¿Una utopía? Quizás no, y ¿qué sucede cuando realmente te desconectas? En esta entrevista, Muraca nos cuenta las historias de quienes han aceptado este experimento, revelando lo que sucede cuando decidimos guardar el móvil en el cajón y ver cómo se vive sin Facebook, sin Instagram, sin Whatsapp o Tic Tok. Una experiencia propuesta a más de 30 mil estudiantes de secundaria y preparatoria en toda Italia.
Muraca, ¿De qué trata Libremente Verónica?
«El romance narra la experiencia de una chica de 14 años que decide desconectarse del mundo virtual de las redes sociales para conectarse y realmente ver lo que sucede en su vida real. Este experimento la confronta con desafíos cotidianos como: cultivar la amistad con los amigos, mantener la comunicación con ellos, llevar adelante un enamoramiento. De esta forma se ve obligada a redescubrir formas de interacción del pasado. Para poder escribir este libro tuve que recurrir a consultore, es decir, a la valiosa asesoría de jóvenes que me ayudaron a entender el lenguaje y las dinámicas de las redes sociales, sobre todo en el uso que ellos hacen de este mundo virtual. Luego surgió la necesidad de encontrar a una adolescente que aceptará el desafío real de vivir 30 días sin redes. Por una feliz coincidencia, conocí a una chica llamada Verónica, ¡igual que la protagonista! Ella fue la primera en vivir esta experiencia.
¿Cómo describiría su libro?
«Lo describiría como un romance que conecta con la realidad de los adolescentes. Pero su particular estructura, dividida en 30 capítulos que representan el recorrido de los 30 días que dura el experimento, la convierten también en una valiosa herramienta pedagógica para profesores de secundaria y preparatoria, quienes pueden integrarla a sus clases como material de debate y también como una propuesta».
Usted ha invitado a vivir esta experiencia a más de 30,000 adolescentes. ¿Cuántos lo aceptaron?
«Desde que empecé a presentar el libro y lanzar el reto en las escuelas, comprendí la magnitud del problema cuyas prospectivas eran mucho más grandes de cuanto imaginaba. Escuchando y dialogando con los profesores y alumnos, me dí cuenta de cuanto grave y seria era la adición que sufren muchos adolescentes. Al principio, cuando proponía el experimento en una escuela de 300 alumnos, normalmente 4 ó 5 lograban perseverar hasta el final. Hoy en día, incluso sucede que que nadie lo consigue, aunque muchos manifiestan su interés. Algunos, conmovidos, me han confesado su incapacidad para perseverar debido a la intensidad de su adición al teléfono móvil y el mundo virtual que encierra. De los 30,000 adolescentes con quienes he interactuado en las escuelas italianas, sólo un centenar completaron con éxito el desafío».
¿Cuáles fueron los resultados?
«A estos jóvenes, en su mayoría chicas, los llamo centinelas del mañana porque han adquirido una autonomía que les permitirá crecer con libertad. Durante el experimento, los participantes llevan un diario al que he tenido acceso, con el consentimiento de los padres, para monitorear lo que estaba sucediendo. Vivir esta experiencia permite comprender a fondo el problema de la adicción a las redes sociales. Si bien no es una solución definitiva, genera conciencia sobre la realidad del problema y nos ayuda a implementar estrategias adecuadas para afrontarlo.
Entre los principales resultados destaca: Un mayor valor de las relaciones interpersonales que nos están medidas por una pantalla. Es notoria la disminución de la presión psicológica sobre el cuerpo, que tanto afecta a las chicas. A diferencia de las adolescentes de generaciones anteriores, que se comparaban con entornos cercanos, las jóvenes de hoy se enfrentan a miles de imágenes femeninas aparentemente perfectas. Es aliviando esta presión psicologica, donde encuentran la libertad de expresarse como son y no como les gustaría ser. Otro aspecto muy importante es la disponibilidad de tiempo libre para disfrutar del presente y de la vida real. Muchas veces descubren que poseen talentos que no habían notado ni cultivado por estar encerrados en esa burbuja de las redes sociales que los atrapa, los estandariza y los debilita».
¿Sería suficiente una semana?
«No. Una semana no es suficiente. Las dos primeras semanas son terribles. Podríamos definir la primera como una crisi de abstinencia, mientras que la segunda, aún más difícil, los chicos ven derrumbarse la idea del mundo que habían creado para sí mismos. Los beneficias se hacen evidentes a partir de la tercera semana, cuando se desvanece el efecto de la exposición continua a modelos y estilos de vida inalcanzables. Este es el primer paso para dejar de utilizar las redes sociales con exceso porque crean adicción y alejan de la vida real. Por lo tanto, el experimento tiene sentido si se lleva a cabo durante al menos 30 días».
¿Por qué dedicó esta historia a adolescentes hiperconectados?
«Mis hijos hoy tiene 17, 21 y 23 años por lo tanto han vivido la evolución del uso del teléfono sin Internet – con Internet y sus servicios, especialmente las redes sociales. Tomando conciencia de lo que esto implicava, me pregunté cómo gestionar estos cambios desde el punto de vista educativo. Como director cinematográfico he sido uno de los primeros en trabajar con estas tecnologías digitales para producir películas, así que conozco el poder de las imágenes. Por eso, para su uso correcto en familia era necesario encontrar un metodo que no fuera impuesto, sino construido entre todos. Un pacto entre padres e hijos para su buena utilización. Inmediatamente establecimos reglas precisas y pautas de uso como por ejemplo: no usar teléfonos móviles en la mesa. Un pacto igualitario para pequeños y grandes».
¿Hubo algún acontecimiento particular que le impulsó a escribir?
«Un día en la mesa mi segundo hijo nos platicó con notable preocupación, que un amigo suyo tenía un problema muy grave: obsesionado con los juegos online, ya no salía de casa. Reconociendo por primera vez que nuestras reglas sobre el uso de la tecnología habían sido útiles, me dijo: «Papá, nosotros estamos a salvo, ¿podrías hacer algo por él? Fue mi hija menor quien lanzó la idea de una novela para adolescentes. Así nació Libremente Verónica: al rededor de la mesa de casa, con mis hijos. Fueron ellos quienes quisieron recordar a sus amigos la obra de arte que podrían realizar con la solo existencia que los hace únicos, irrepetibles y extraordinariamente diversos».
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