Desde principios de 1945, las tropas aliadas del oeste y el Ejército Rojo del este avanzaban hacia Berlín. Durante su avance también conquistaron los lugares donde los alemanes habían construido campos de prisión, concentración y exterminio. El 27 de enero de 1945, las tropas soviéticas liberaron el infame campo de concentración de Auschwitz-Birkenau (en 2005 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció que ese día se celebraría cada año como Día de Conmemoración del Holocausto).
Unos meses más tarde, el 29 de abril, los estadounidenses llegaron al campo de concentración de Dachau y abrieron sus puertas. En Dachau, una de cada tres personas asesinadas era polaca. La Alemania nazi, después de haber ocupado Polonia desde 1939, quería eliminar físicamente a la élite del país, incluido el clero, y reducir a la población a pura mano de obra barata. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, había 10.017 sacerdotes diocesanos polacos: alrededor del 20% de ellos murieron en prisiones y campos de concentración nazis, entre ellos 5 obispos, y el 30% restante sufrió diversos tipos de acoso. Así, al final de la guerra, Polonia se encontró con la mitad del clero activo. El principal lugar de martirio del clero polaco fue el campo de concentración de Dachau, donde fueron deportados 1.773 sacerdotes polacos: de ellos, 861 fueron asesinados. Por este motivo, en 2002 la Iglesia polaca proclamó el Día de la Liberación de Dachau, el 29 de abril, «Día del martirio del clero polaco durante la Segunda Guerra Mundial».
Conviene recordar también un hecho de gran importancia espiritual: el 22 de abril de 1945 los sacerdotes polacos aún vivos en Dachau hicieron un acto de encomienda a San José, con la humilde oración de ser salvos. Y la liberación llegó una semana después. Desde entonces, cada 29 de abril, los sacerdotes que sobrevivieron al infierno de Dachau celebraban una misa solemne de acción de gracias en el santuario polaco dedicado a San José, situado en la ciudad de Kalisz. En 1970, en el marco de la celebración del 25º aniversario de la liberación del campo, gracias al compromiso del arzobispo Kazimierz Majdański, en los sótanos del santuario de San José se construyó la Capilla del Martirio y la Gratitud, que fue consagrada el 28 de abril de 1970 por el Primado de Polonia, Card. Stefan Wyszyński junto con el arzobispo metropolitano de Cracovia, Card. Karol Wojtyla. Además de la capilla, los sacerdotes y ex prisioneros de KL Dachau también crearon un museo y un archivo dedicado a su terrible experiencia en el campo de concentración.
Entre los sacerdotes que sobrevivieron a Dachau se encontraban también figuras posteriormente conocidas: el Cardenal Adam Kozłowiecki, Arzobispo de Lusaka; Monseñor Kazimierz Majdański – Arzobispo de Szczecin-Kamień, Padre Marian Żelazek – misionero, apóstol de los leprosos en la India y Mons. Ignacy Jeż (Benedicto XVI quiso honrar a Monseñor Jeż con dignidad cardenalicia, pero el obispo murió la víspera del anuncio de su nombramiento en noviembre de 2007).
La mitad de los sacerdotes polacos encarcelados en Dachau murieron. Todos ellos fueron fieles a Cristo que dijo a sus discípulos: «Ustedes serán mis testigos». Murieron como sacerdotes católicos y, a menudo, heroicamente. Algunos han sido beatificados, empezando por Mons. Michal Kozal, Obispo auxiliar de Wloclawek, asesinado el 26 de enero de 1943 mediante una inyección de fenol. La beatificación de Mons. Kozal tuvo lugar el 14 de junio de 1987 durante una misa solemne en Varsovia, el último día de la tercera peregrinación de Juan Pablo II a Polonia. En cambio, durante su viaje a Polonia en 1999, Juan Pablo II elevó a la gloria de los altares a otras víctimas de Dachau: el 7 de junio en Torun beatificó a don Stefan Wincenty Frelichowski, mientras que el 13 de junio en Varsovia beatificó a un grupo de 108 mártires de la Segunda Guerra Mundial, incluidos los sacerdotes mártires que murieron en Dachau.
El martirio del clero polaco durante el infierno nazi fue una página gloriosa en la historia de la Iglesia y de Polonia y no debe olvidarse. Pero también hay que añadir que tras la ocupación alemana se inició en Polonia un largo período del régimen comunista impuesto por Moscú con sus persecuciones a la Iglesia y el nuevo martirio de los católicos.